El futuro de la agricultura sostenible son iniciativas privadas, no corporativas

El futuro de la agricultura sostenible estriba en iniciativas privadas, no corporativas.

EL FUTURO de la agricultura sostenible es palpable en cada rincón de los Países Bajos, pero no en las salas de juntas de las grandes empresas, sino en miles de modestas explotaciones familiares. Se ve claramente en el paraíso terrenal de Ted Duijvestijn y sus hermanos Peter, Ronald y Remco. Como los balineses, los Duijvestijns han construido un sistema alimentario autosuficiente en el que la ingeniería humana y el potencial de la naturaleza consiguen un equilibrio casi perfecto.

En el complejo de invernaderos de los Duijvestijn, que ocupa algo más de 14 hectáreas cercanas a la antigua ciudad de Delft, los visitantes se pasean entre tomateras verdes y frondosas de unos 6 metros de alto. Las plantas, que no crecen en tierra sino en fibras de basalto y caliza, están llenas de tomates (de 15 variedades en total) listos para satisfacer a los paladares más exquisitos. En 2015, un jurado internacional de expertos horticultores designó a los Duijvestijn como los agricultores de tomate más innovadores del mundo.

Desde que en 2004 restauraran y reestructuraran su fábrica, construida 70 años antes, los Duijvestijn han sido autosuficientes a todos los niveles. La explotación produce casi toda la energía y fertilizante que necesita e incluso algunos de los materiales de empaquetado utilizados en la distribución y venta de la cosecha. El medio ambiente de cultivo se mantiene todo el año a la temperatura óptima gracias al calor generado por acuíferos geotermales que borbotean bajo al menos la mitad del país.

La única fuente de irrigación es el agua de lluvia, dice Ted, que gestiona el programa de cultivo. Cada kilo de tomates nacido de esas plantas enraizadas en fibras consume menos de 22 litros de agua, comparados con los 60 litros que necesitan las plantas de los campos abiertos. Una vez al año se replantan las semillas de las que nacerá la nueva cosecha, y las plantas viejas se procesan para construir cajas. Las pocas plagas que logran entran en los invernaderos de los Duijvestijn son recibidas por un voraz ejército defensor, compuesto por soldados tan feroces como el Phytoseiulus persimilis, un ácaro depredador que no tiene interés alguno en los tomates, sino que se alimenta de cientos de ácaros fitófagos.

Pocos días antes de que visitara la base de operaciones de los Duijvestijn, Ted había asistido a una reunión de agricultores e investigadores en el Wageningen. «Así se nos ocurren formas nuevas de seguir avanzando y mejorando», me contó, «gente de todos los rincones de los Países Bajos se junta para debatir acerca de las diferentes perspectivas y los objetivos comunes. Nadie encuentra respuestas por sí solo».

LA BÚSQUEDA DE RESPUESTAS

LA BÚSQUEDA DE RESPUESTAS a una cuestión de vida o muerte dio pie a una de las empresas más innovadoras de los Países Bajos. Hace medio siglo, Jan Koppert cultivaba pepinos en su tierra y pulverizaba químicos tóxicos a fin de repeler las plagas. Cuando un médico le dijo que era alérgico a los pesticidas, Koppert se propuso aprender todo lo que pudiera sobre los enemigos naturales de insectos y arácnidos.

Hoy en día, Koppert Biological Systems es un referente mundial en el control biológico de plagas y enfermedades y cuenta con 1.330 empleados y 26 filiales internacionales que comercializan sus productos en 96 países. La empresa de Koppert puede proporcionarte bolsas de algodón con larvas de mariquita que se transforman en voraces consumidores de pulgones. O una botella con 2.000 ácaros predadores que persiguen y succionan a los ácaros fitófagos. O una caja de 500 millones de nematodos que organizan ataques letales contra las larvas de mosca que se comen los champiñones destinados al mercado.

Como buenos abejorros, las legiones de Koppert hacen el amor tanto como la guerra. Ningún tipo de polinización artificial puede compararse a la eficiencia de las abejas zumbando de flor en flor, recogiendo néctar para alimentar a su reina y ayudando a fertilizar los ovarios de las plantas por el camino. Los abejorros de cada una de las colmenas de Koppert visitan medio millón de flores cada día. Los agricultores que utilizan estos insectos suelen registrar un aumento de entre el 20 y 30% de la producción y del peso de la fruta, por menos de la mitad del coste de la polinización artificial.

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